Gerardo Flores de la Rosa
Una
de las aportaciones que hace Pierre Bourdieu al ámbito literario y que es la
que mayor nos da una idea general de ciertos factores, es al estudio que hace
al campo literario y sus implicaciones. Es decir, presenta un listado de
conceptos para hacer efectiva una explicación sobre cómo acontece o cómo se
llega al poder desde la literatura. Para ello se vale de la toma de posiciones,
el campo de poder, el habitus entre las aportaciones más interesantes.
La literatura se concibe de una manera más o menos
libre hasta cierto grado. Se piensa que
el escritor en absoluta libertad crea y que su obra en la misma absoluta
libertad se posiciona en el campo literario, por sus características propias e
inherentes a sí misma. Eso no es más que una utopía o un sueño lejano que en
nada se corresponde con la realidad. Desde el fenómeno sociológico Bourdieu nos
irá develando qué circunstancias motivan que existan escritores consagrados,
famosos y endiosados. Los primeros son el resultado de años de estudios a sus
obras; los segundos son efecto de una moda o tendencia y los terceros son
quienes se vanaglorian a sí mismos. Desde luego que los famosos y los
endiosados pueden llegar a ocupar el peldaño de consagrados. Aquí surge la
pregunta obligada ¿cómo se llega a tales nombramientos? Para eso el Pierre
Bourdieu se vale de las tomas de posiciones en donde se plantea que para llegar
a tales etiquetas el escritor debe posicionarse y al hacer esto, de alguna
manera su obra o producción también se posiciona por sobre los otros o por
debajo incluso de otros. Es decir, el buen escritor parece que debe contar con
ciertas afinidades sociales que estén en contubernio con el poder. Las relaciones,
las amistades, los favoritismos, conllevan una serie de favores o benevolencias
con el escritor en turno. Pensemos por ejemplo el caso de Octavio Paz, nadie
duda de su capacidad intelectual ni de la audacia de su manera de posicionarse
en el poder cultural de México. Sabemos que ocupo cargos de embajador, que
otrora creó una de las revistas más importantes de literatura y que simpatizaba
con algunos gobernantes de derecha. Si alejamos todo esto de su vida productiva
como escritor, quedaría la duda de saber su hubiera sido consagrado con el
tiempo o si su obra hubiera sido relegada al olvido. Lo que tratamos de decir
es que el habitus con el que ya
contaba Octavio Paz fue importante para posicionarse en la esfera del poder
literario. ¿Qué se quiere decir con poder literario? Es el poder que se maneja
en las instituciones, escuelas, neófitos, para dirigirse por tal o cual camino,
tema o técnica; es la redirecionalidad a la que está sometido todo creador en
sus inicios. La disyuntiva de si pertenecer a un grupo literario o no, trae
consigo el conflicto de posicionamiento. Se arriesga uno a que se le tome en
cuenta en antologías, reseñas, premios, etcétera, o no. O se corre el riesgo también
de permanecer en el anonimato en la tan mentada subterraneidad o marginalidad
de todo.
El
habitus es entendido como el conjunto
de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y
actúan en él. Estos esquemas generativos están socialmente estructurados: han
sido conformados a lo largo de la historia de cada sujeto y suponen la
interiorización de la estructura social, del campo concreto de relaciones
sociales en el que el agente social se ha conformado como tal y donde cada cual
cumple casi “naturalmente” con un rol explicito. De este modo lo podemos
ejemplificar con los grupos del poder cultural. Normalmente un grupo
generacional se forma a partir de afinidades similares, buscando el mismo
objetivo, la posición en el campo cultural. De esto se deduce que siempre va a
haber luchas entre dos bandos, los que buscan el posicionamiento y además
cuentan con la facilidad para hacerlo y los que lo busca y no cuentan con las
conexiones necesarias. Aquí se hace la división entre dos clases sociales, como
lo quieres Bourdieu cuando traza su plano cartesiano. Unos quedan por arriba y
otros por abajo, los de arriba siempre buscarán perpetuar el poder mientras que
los de abajo siempre querrán tenerlo. Es su habitus
lo que determina su modo de actuar. Pero como toda acción es cambiante, el
habitus, dice el autor, es transferible y cambiante. Si unos no logran realizar
su cometido, vendrán otros que lo intentarán, así hasta siempre por los siglos
de los siglos.
Así grosso modo podemos más o menos ejemplificar el campo literario, el
habitus y la toma de posición. Sin embargo, para un mayor acercamiento a
algunos conceptos, dejamos esta lista que propone Pierre Bourdieu:
Una mentalidad científica nueva
Lo
que propone P. Bourdieu es una nueva propuesta de estudiar todos los campos
intelectuales bajo un nuevo método general. Es quizá una tentativa arriesgada y
propositiva si pensamos como lo apunta él en que debe combinarse lo científico
con lo empírico, pues el conocimiento no va desligado del uno como del otro.
Doxa literaria y resistencia a la objetivación
Otro
problema tiene que ver con lo paradigmas pre-establecidos de lo que es el canon
o tradición impuestas por teóricos, escuela, o grupos. De esto se desprende que
ser objetivo en el campo literario sea una mera idea.
El <> mito fundador
Se
refiere al concepto de creador-creación y hace alusión a que el estudiante debe
apartar del análisis de la obra al autor, para poder formar una ciencia de las
obras culturales y de sus autores.
El punto de vista de Tersites y la falsa ruptura
El
antiintelectual es quien no cree en grandes intelectuales.
El espacio de los puntos de vista
La
toma de posición sobre el arte y la literatura se organizan por parejas de
oposiciones, donde se marcan una serie de divisiones. La primera tiene que ver
con las lecturas externas (todos aquellos elementos que sirven para estudiar a
la obra desde el campo económico o social) y las lecturas internas (hablándose
de la lingüística interna al estilo de Saussure). Se habla también de la
tradición que se ha encargado de analizar cómo las instituciones escolares
convierten a obras y autores como lo canónico y gocen de universalidad.
Menciona la literalidad como esencia de la literatura para recobrar su
autonomía. Luego va haciendo diferencias entre los formalistas rusos y los
estructuralistas franceses en cuanto al lenguaje literario; para los primeros
diferencian el lenguajes literario del lenguaje corriente; mientras que los
otros marcan la obra de arte como un modo de escritura con códigos específicos.
Todo esto tiene que ver con la importancia de la labor de la escritura y sus
elementos que le suman importancia, ya sean los cuadernos de anotaciones, los
diarios, etcétera que sirvan de referencia para el estudio de la obra.
Se señala el estudio estructural de las obras
culturales con una estrategia de interdependencias de una obra con otra,
denominando campos de posibilidades estratégicas. Enseguida se plantea que
dentro de una misma comunidad de escritores se pueden compartir mismas visiones
de los problemas, ideas similares, bajo una problemática común. Sin embargo, lo
que se persigue es introducir el campo de producción cultural como universo
social autónomo.
La superación de las alternativas
La
noción de “campo” permite superar la oposición entre lectura interna y análisis
externos, debido a que se permite la diferencia entre el espacio de la obra y
el espacio de la posición. Es decir, al determinar la palabra “campo” para cada
elemento, ambos, aparentemente incompatibles, se unen o relaciones al ser
elementos de un campo general.
Objetivar el sujeto de la objetivación
Se
nos plantea que el hecho de estudio o análisis se permee de reflexividad para
objetivar el objetivo empírico y así crear un método de estudio.
El intelectual total y la ilusión de omnipotencia del
pensamiento
Se
llama intelectual total, o por lo menos así se cree, al sujeto que aborda todas
las áreas de dedicadas a la literatura, ensayistas, narradores, poetas,
etcétera. Sin embargo, cabe apuntar que eso resulta falso si cada cual posee
una capacidad específica para realizar cierta actividad, por lo cual se
procedería la falsedad de la omnipotencia del pensamiento.
El campo literario en el campo del poder
El
campo del poder complementa el campo artístico, entre las relaciones de agentes
e instituciones. El grado de autonomía de un campo de producción cultural
depende del grado de jerarquización al
que esté subordinado. Se habla entonces de principio de jerarquización externa
y principio de jerarquización interna; en el primero la legitimización depende
del reconocimiento del público, mientras que en el segundo el reconocimiento se
da entre iguales. Todo el capítulo se relaciona con el hecho que ocupa la
cultura en el ambiente social y cómo es concebido por el poder
institucionalizado y por el poder de mismo campo de artistas.
El <> y la cuestión de los límites
Se
busca una definición que delimite el campo cultural y en consecuencia saber
cómo es que se legitíma el campo literario, para lo cual se propone un revisión
de la consagración de las obras, mediante el estudio de los reconocimientos, de
las antologías, etcétera. Sólo de esa manera, directa por cierto, podría
saberse cómo opera la legitimización.
La <> y la obra de arte como
fetiche
La
“illusio” como condición del funcionamiento de un juego es propuesta como
elemento para que exista el fetiche de la obra arte como tal. Digamos, la obra
de arte de vuelve fetiche en el momento en que el autor de la obra se muestra
como consagrado, ya sea por la legitimización del poder o de sus cercanos
colegas. De esa manera, se busca la liberación de la “illlusio” para que la
obra de arte exista por sí misma y se pueda estudiar a partir de ella y no por
referencia externa.
El espacio de los posibles
Es
la posibilidad de inserción de variantes en determinado campo. Es decir, existe
cierto elemento que puede ser alterado o modificado parcial o totalmente al
plantearse en otra época o bajo otras circunstancias.
Estructura y cambio: luchas internas y revolución
permanente
Indica
el constante cambio al que está destinado todo arte. En otros casos, el cambio
es la superación de las formas, de los predecesores y se logra a través de la
legitimidad externa e interna. De allí la revolución permanente que se persigue
desde siempre.
Reflexividad e ingenuidad
La
reflexividad es el agente principal para que exista la autonomía del campo de
producción cultural. Esto puede lograrse dejando a un lado la “illusio” y la
consagración del artista para centrarse sólo en la obra.
La oferta y la demanda
La
oferta y la demanda siempre han sufrido un desajuste, en el cual la demanda lleva
mayor daño. Es decir, el producto es rara vez consumido, por el demandante y
cuando se logra es por una coincidencia de expectativas.
Luchas internas y sensaciones externas
Desde luego que la
cualquier lucha interna, dentro del mismo campo, tiene repercusiones si no es
que motivos por los campos externos. El poder juega, como vemos, un papel
importante en estas luchas, ya que de él depende que continúen o no dichos
agente internos.
Referencia:
Pierre Bourdieu, Lass reglas del arte, Génesis y estructura del campo literario, (Barcelona: Anagrama, 1997).
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