Dentro de la propuesta
que nos señala P. Bourdieu, en cuanto al campo cultural, voy a detenerme en mostrar
cómo se da tal en la obra del cuentista Emiliano Pérez Cruz.
El escritor Emiliano
Pérez Cruz (Ciudad de México, 1955) se inscribe dentro de la denominada
generación de los cincuentas en la cuentística mexicana del siglo XX, junto a
otros escritores de renombre nacional, como Roberto López Moreno, Rolando Rosas
Galicia, Ignacio Trejo Fuentes, Arturo Trejo Villafuerte, Eduardo Villegas,
Josefina Estrada, Norma Lazo, Armando Ramírez, Gonzalo Martré, Jorge Armodio,
Joaquín Hurtado, Juan José Rodríguez, René Roquet, que son muy poco conocidos
en el ámbito lector. Es cierto, algunos de ellos tendrán lectores, pero no los
suficientes para darles la atención que se merecen. En el caso particular de
Emiliano Pérez Cruz el asunto me parece aún más extraño, y si se quiere,
contradictorio. Resulta interesante cómo este autor aún con los premios
modestos en su haber, con las publicaciones en antologías de talla
internacional –por ejemplo la que
elabora Seymour Menton con El cuento
hispanoamericano, donde incluye su cuento “Todos tienen premio, todos”,
siendo en propias palabras del autor “el cuento más antologado”)–, con publicaciones
en revistas de trascendencia internacional como Hispamérica; o atenciones que le hacen estudiosos del cuento como
Lauro Zavala o Jean Franco, no tenga el mismo prestigio que gozan otros autores
en cuanto a su calidad de obra.
Es claro que con el primer premio obtenido en cuento, “Tomate”, y con la
seguridad que le propuso Gustavo Sainz
en el campo de la creación literaria, Emiliano Pérez Cruz gozará en su
juventud con cierto prestigio y reconocimiento de colegas como Josefina
Estrada; sin embargo, el tiempo no continuó proporcionándole esas condiciones,
ya que en la actualidad es poca estudiada su obra debido a que no se encuentra
publicado en editoriales de renombre y de grandes tirajes. Es importante
señalar que la cuentística de este autor es la parte menos favorecida y la que
a su vez tiene una importancia sólida en las letras mexicanas; digo esto porque
han pasado ya varios años y no hay datos de que se obtenga algún reconocimiento
meritorio en esta área; lo cual en el aspecto de la crónica sí lo ha habido,
tal es el caso del Premio
Nacional de Testimonio Chihuahua, 2002, con el título Si fueras sombra te acordarías y del cual ya han pasado diez años. Crónica y cuento son dos formas similares de
narrar sucesos, siendo el cuento el único donde la libertad imaginativa es
total. Lo que ahora nos importa es el análisis de sus cuentos y la
revalorización literaria.
Al indagar sobre estudios realizados a la obra del autor sólo hallé una
tesis en la UAM, Cadenas de violencia en
seis relatos de Emiliano Pérez Cruz, que en 2005 realizara Susana Osnaya
Ruíz, siendo una aportación interesante que no es suficiente para el estudio de
su obra.
Este esbozo nos da pauta
para ira marcando el campo literario del autor, su legitimización, su alcance y
los factores que determinaron que quedara relegado frente a otros autores como
Juan Villoro.
Podemos creer que desde que Emiliano Pérez Cruz gana el
concurso de cuento, es como inicia su camino literario. Sin embargo, la razón
detrás de todo ello es aún más poderosa. El escritor Gustavo Sainz es quien
alienta a Pérez Cruz a que envíe su cuento a concursar, previamente revisado
por el maestro. Así, siendo un Sainz un autor posicionado en la esfera
literaria le prodiga al joven autor un lugar en el nuevo campo literario. De allí
es que se antologa el cuento “Todos tienen premio, todos” en un libro que
prepara el mismo Sainz, para que luego Seymour Menton lo reconozca en su
tradicional antología de El cuento hispanoamericano.
No es poca cosa que ya un par de autoridades literarias le dediquen un espacio
en su buen juicio crítico. De esta manera se auguraba el posicionamiento de
Pérez Cruz en la nueva narrativa mexicana de entonces y junto con su trabajo
ejercido, principalmente el del testimonio, es como se va haciendo de
reconocimiento frente un público lector que lo sigue atento.
El campo literario, como lo dice Bourdieu, está siempre relacionado con
el poder. Tal es así, que nuestro autor actualmente sigue laborando en una
dependencia burocrática. El simple hecho que Sainz lo guiara, le abrió puertas
en distintos espacios culturales, ya como editor, ya como articulista. Pero ¿a
qué se debe que hay mermado su difusión en el campo literario? No sólo no se
critica su obra, sino que no se lee. En un pasaje que él mismo describe en una
biografía nos da cuenta que entre el maestro y el alumno hubo una ruptura
total. Se debió principalmente a diferencias de ideología, si se quiere, de censura;
pues se le prohibió pasar notas que atentaban contra el gobierno de aquel
entonces. No quiero pensar que sea cierto que esa ruptura hay afectado el
ascenso de nuestro escritor, sólo lo supongo.
Por otro lado, la legitimización también se da desde los
sellos editoriales en que publica cualquier autor. En este caso Pérez Cruz
publica sus libros en editoriales de minúsculo alcance: Daga, Estado de México,
Oasis. Son editoriales hasta cierto grado locales y de amigos. Sólo le quedaba
al autor hacer fama con los críticos y en eso ya vimos que sí hizo bien.
Emiliano Pérez Cruz corrió la suerte de que su literatura se encontrara
plagada de temas marginales, como la pobreza y la violencia, la sordidez y el
desprecio de la gente pudiente; llevándolo a colocarlo en diferentes aristas
como en la denominada corriente de “postonderos” “realismo sucio” “realismo
duro” “el jodidismo”, por críticos como Christopher Domínguez Michael o Jean Franco.
Referencias:
Pierre Bourdieu, Las reglas del arte, Génesis y estructura del
campo literario, (Barcelona: Anagrama, 1997).
Emiliano Pérez Cruz, Un gato loco en la oscuridad. Antología Personal (México: Colibrí,
2000).
Lauro Zavala, “El cuento mexicano, 1979-1988” en Revista iberoamericana, vol. LV, núm.
148-149, Julio-Diciembre, 1989.
Jean Franco, “Narrativas y lenguajes de la
globalización” en Global/local:
democracia, memoria, identidades (Montevideo: Ediciones Trilce, 2002).